El Papa Latinoamericano, una decisión paradigmática en medio de la crisis capitalista

¿Qué dirían Ignacio Ellacuría, Óscar Arnulfo Romero, Camilo Torres o Sergio Méndez Arceo, de la elección de Jorge Bergoglio de origen Jesuita y Argentino, como nuevo líder máximo de la Iglesia Católica Apostólica Romana? ¿Qué pensarían las monjas jesuitas perseguidas y asesinadas por haber transitado por la opción preferencial por los pobres, de que sea uno de los pocos jesuitas latinoamericanos que no eligió ese rumbo, la principal figura de la iglesia hoy?

Contemporáneo de quienes defendieron la Teología de la Liberación, a Bergoglio, se le acusa de haber puesto el dedo sobre sus hermanas y hermanos jesuitas de la argentina fascista de su tocayo el General Jorge Videla, dictador que ocasionó una de las etapas más sangrientas de América Latina.

Videla no sólo perseguía a las y los militantes de la disidencia, también a sus familiares, luego a sus amigos y amigas, el objetivo era no dejar rastro alguno de resistencia y a través del miedo, desincentivar toda posible oposición; también se caracterizó por haber secuestrado a las hijas e hijos recién nacidas/os de las personas desaparecidas; todo ello con la complicidad del nuevo Papa.

La gran interrogante es ¿por qué elegir a este sujeto como el primer papa no europeo? Había otras opciones como el Papa Africano y el Norteamericano, pero fue precisamente al argentino, justo en un momento en que las izquierdas latinoamericanas tienen más fuerza que nunca, las y los gobernantes de izquierda, aunque con diferencias ideológicas, tienen un bloque claramente antiimperialista sólido; donde llega democráticamente un gobierno de izquierda, aumenta el nivel de vida de la población y disminuye proporcionalmente la influencia de los Estados Unidos.

En estos países la derecha no ha sido capaz de desplazar a la izquierda por la vía democrática.

En contraste, los neoliberales en la región no solo pierden presencia y credibilidad, sino que carecen de personajes emblemáticos que puedan hacer sombra a Lula, Cristina, Hugo, Evo, Rafael, Mujica, y ni decir de Fidel Castro.

El 70% de la feligresía católica vive en América Latina, la Iglesia no necesitaba a un Papa suramericano para reafirmar su presencia, el imperialismo sí, pero para que sirviera al interés de los países del “primer mundo”, este papa no sólo debía ser suramericano, tambien debía ser fascista.

Esta elección lejos de ser un acto de justicia para el martirologio latinoamericano, es una afrenta, pues no sólo no es la reivindicación de quienes, fieles a su fe cristiana, dieron la vida por la humanidad, sino que es un movimiento injerencista, que viene con la intención de crear el efecto de Wojtyla en la Polonia socialista.

El Papa Francisco, no es un jesuita, es un traidor de jesuitas, no es un Papa humilde, es un papa populista, no es un papa latinoamericano, es un papa contrarrevolucionario.

Seguro, como lo hizo Juan Pablo II, hablará de los atroces crímenes del neoliberalismo, abrazará a la gente más pobre, posará en alguna favela, pero en su actuar, como en la década de los 70, servirá a los intereses más mezquinos y crueles.

¿Por qué no darle el beneficio de la duda? Preguntan voces bien intencionadas; con los antecedentes de la institución y del personaje en cuestión sería un absurdo error.

Qué lejos estamos de aquella iglesia que reivindica al Jesús histórico que dio su vida por las personas más pobres y pugnó en todo momento por construir el reino de los cielos en la tierra, qué lejos está la institución que protege pederastas y genocidas, de la utopía, de lo sagrado, del evangelio del mundo nuevo del que nos hablan Pedro Casaldáldiga y Leonardo Boff.

De acuerdo a testimonios, un día llegó Óscar Arnulfo Romero al Vaticano para atender el citatorio de Juan Pablo II, básicamente éste sólo le advirtió que debía hacer las pases con la oligarquía del Salvador, dejar de cuestionar las atrocidades del ejército y mantener un perfil bajo, o de lo contrario él ya no podría protegerlo. Al salir de esta reunión, Óscar, reconocido por la feligresía como el Santo Patrono de América, sabía que sus días estaban contados.